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ISSN 2194-2668
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El rol de la lengua materna en el sistema educativo alemán y los problemas educacionales de las y los inmigrantes
[Alman Eðitim Sisteminde Anadilin Rolü ve Göçmenlerin Eðitim Sorunlarý]
Prof. Dr. Vernor MUÑOZ
Lengua y cultura
La cultura es un arco iris de manifestaciones que abarcan todas las dimensiones del quehacer humano, desde la tecnología hasta la filosofía, desde el arte hasta el saber científico, incluyendo las lenguas, las religiones, los valores y los derechos.
La cultura es un fenómeno plural, que los pueblos y las personas dotan de contenidos específicos y que son la base empírica del conocimiento y de las civilizaciones. Esos contenidos son también múltiples y diversos y resultan necesarios para la constitución social y para la realización de las potencialidades humanas.
“La cultura” es inaprehensible como totalidad y por ello se percibe a partir de sus expresiones. Por esta razón, la pretensión de encontrar unidad en la cultura es sólo aparente, porque lejos de existir una estructura cultural monolítica, nuestros países en realidad están compuestos por un gran número de manifestaciones diversas, muchas de ellas inmateriales.
Según la UNESCO, el patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.
Según nos recuerda el Comité de derechos económicos, sociales y culturales de Naciones Unidas, las expresiones culturales incluyen las formas de vida, el lenguaje, la literatura escrita y oral, la música y las canciones, la comunicación no verbal, las religiones y creencias, los ritos y las ceremonias, los deportes y juegos, los métodos de producción o la tecnología, el entorno natural y el producido por el ser humano, la comida, el vestido, la vivienda, así como las artes, costumbres y tradiciones, por los cuales las personas y las comunidades expresan su humanidad y el sentido que dan a su existencia.
La diversidad cultural resulta entonces un dato de la realidad y es a la vez un camino político ineludible, que es requisito para el respeto de la dignidad de las personas y los pueblos y para la lucha contra todas las formas de exclusión social y discriminación.
La diversidad se reconoce y se valora a partir de la afirmación de las diferentes identidades de los pueblos. Por este motivo, las relaciones interculturales pueden ser intensas prácticas democratizadoras y por lo tanto pueden contribuir a empoderar a los sectores históricamente excluidos, y pueden constituir un recurso para el desarrollo sostenible en países multiétnicos, multiculturales y multilingües, como es el caso de Alemania.
Las manifestaciones culturales expresan visiones del mundo y de la vida, que los diferentes grupos algunas veces comparten y otras no y que constituyen expresiones sociales en continua relación con las expresiones individuales.
Las culturas pueden diferenciarse de las demás y también pueden influenciarse recíprocamente, de modo que muchas de sus características no son “químicamente puras”, pues incluso hasta los idiomas se encuentran sujetos a factores de influencia constante.
He querido compartir con ustedes estas reflexiones sobre la constitución de las culturas, para recordarles algunas cuestiones fundamentales.
En primer lugar, así como las manifestaciones culturales reafirman la dignidad de las personas y de los pueblos, no es posible garantizar el progreso, ni el desarrollo, ni la felicidad, si no se protegen universalmente las culturas.
Por esta razón, los instrumentos de derechos humanos establecen obligaciones concretas a los Estados para proteger la diversidad cultural y todas sus manifestaciones.
Una vez más, deseamos insistir en que los derechos humanos no son únicamente temas de interés en Darfur o en Libia, sino en todos y cada uno de los países del mundo, incluyendo por supuesto los “países desarrollados”.
Los derechos culturales son derechos humanos, como lo es la educación, la vivienda y la salud.
Pero, más aún, además de tener un contenido específico, los derechos culturales son espacios de convergencia necesarios para la realización de los derechos civiles, políticos, económicos y sociales y abarcan importantes libertades relacionadas con cuestiones de identidad. En otras palabras, los derechos culturales se nutren y desarrollan mediante la participación social y personal, que a su vez enriquece la democracia.
Por lo tanto, la violación de un derecho cultural siempre acarrea la violación de otros derechos humanos.
En segundo lugar, quisiera recordar que la diversidad social y la interculturalidad, enriquecen la construcción del conocimiento, porque permiten a las personas aprender de las diferentes formas de expresión, en relación con las cuales el Estado tiene obligaciones concretas, de respetarlas, protegerlas y promoverlas.
La diversidad cultural no es entonces solamente un espacio de realización de los derechos humanos, sino que es además un espacio de aprendizaje colectivo, motivo por el cual debe ser protegida.
Sobre este punto les presentaré algunas reflexiones más adelante, respecto de la situación de las comunidades origen migrante en los sistemas educativos de Alemania.
En tercer lugar, aunque parezca innecesario, quisiera también recordar que la lengua es una de las manifestaciones culturales más importantes, no sólo porque habilita gran cantidad de expresiones humanas, sino también porque es constitutiva de identidad, es uno de los recursos centrales de los aprendizajes y es elemento vital en los procesos de comunicación y arte.
Nadie duda, por lo tanto, de que el uso, desarrollo y supervivencia de la lengua sea un derecho humano. ¿Nadie duda? Bueno, a veces no estoy tan seguro. Como saben, vengo de América Latina, donde cientos de idiomas indígenas se encuentran en peligro de extinción.
Las lenguas se transforman incesantemente, pero otras simplemente desaparecen por desuso o por imposición y con su desaparición se marchan también los colores del arcoíris.
Lengua materna y derecho a la educación
En el mundo se hablan aproximadamente seis mil idiomas, aunque la mayoría de estos no son empleados en la educación formal, dado que las llamadas “lenguas oficiales” han fungido como mecanismos políticos uniformadores y son las que imperan en los sistemas educativos.
Las lenguas oficiales, que se imparten en escuelas, tienen un efecto negativo en los estudiantes cuya lengua materna es diferente de la oficial.
Muchas investigaciones (Instituto Inoccenti de UNICEF, Universidad de Nueva York) demuestran que el aprendizaje en una lengua diferente de la materna puede tener efectos cognitivos indeseables, que dificultan el rendimiento escolar.
Desde los años sesenta se aconseja que los niños y las niñas desarrollen un lenguaje básico comunicativo para luego, como segunda etapa, desarrollar destrezas cognitivo-funcionales en esa misma lengua. Pareciera que este proceso prepara a los niños y las niñas para un desarrollo óptimo de sus habilidades lingüísticas en sus dos lenguas, garantizando de esta manera mejores condiciones académicas.
Esas investigaciones además enfatizan la necesidad de que los sistemas educativos reconozcan la importancia de la lengua materna para el desarrollo óptimo de la identidad personal y, más aún, los estudios recomiendan a los docentes que trabajan con poblaciones multilingües se preparen estudiando la cultura y la lengua de sus estudiantes.
Evidentemente, la formación y preparación docente que se requiere para responder a las necesidades lingüísticas de los estudiantes, generalmente encuentra enormes obstáculos financieros, puesto que los docentes generalmente reciben bajos salarios y trabajan en muy malas condiciones.
Esta situación confirma la tendencia a exigir mucho a la educación, sin darle nada a cambio, sin embargo.
Se pide que la educación resuelva los problemas culturales, políticos y ambientales y, además, que atienda las necesidades lingüísticas de los estudiantes de origen migrante, pero no se dota a las escuelas ni a los educadores de las condiciones necesarias para ese fin.
Estas reflexiones deben llevarnos a entender, que las dificultades para responder a las necesidades lingüísticas no son principalmente de orden técnico, sino más bien de naturaleza política.
La ausencia de voluntad política es consecuencia de un modelo de estado-nación alérgico a la diversidad, que tiene como resultado sistemas educativos altamente selectivos, estandarizadores y propensos a la violación de los derechos culturales.
Es este mismo modelo de estado el que impulsa modelos excluyentes que niegan a las personas con discapacidad la posibilidad de estudiar en los sistemas educativos regulares.
Como podemos observar, la exclusión y la falta de reconocimiento de la diversidad, son componentes de un mismo problema, de una misma visión patriarcal y de un mismo modelo de subordinación, cuyo principal obligado a resolver es el Estado.
La democratización de los sistemas educativos es quizás uno de los retos más urgentes que enfrenta el mundo. Se trata de un reto que debe enfrentarse con imaginación, echando mano de todos los aprendizajes que la historia nos ha ofrecido y que, en primer lugar, revela un hecho contundente: seguimos utilizando modelos educativos que heredamos de la modernidad industrial y que ahora resultan obsoletos para atender las necesidades de un mundo globalizado, multilingüe y pluricultural. Y ese mundo no está fuera de nuestras fronteras, sino aquí mismo, en este salón, en nuestras comunidades, en nuestras escuelas.
No es posible avanzar en la democratización de la educación mientras utilicemos modelos que niegan la participación de los niños, niñas y adolescentes y que rechazan las diversas identidades socio culturales y que castigan la discapacidad mediante la exclusión.
Algunas veces me han preguntado qué tendríamos que cambiar en la educación para convertir la escuela en un espacio realmente democrático. Y yo respondo que sólo una pequeña cosita: ¡todo!
Queridos amigos: no es posible enseñar a los chicos a vivir en libertad si se les pide renunciar a su lengua y a su cultura. Pretender que los estudiantes aprecien la democracia en instituciones educativas que les impiden la participación y les niegan su identidad, es como pretender enseñar a jugar futbol dentro de un ascensor.
Tal como se escribía en los viejos muros de los años 60, hoy más que nunca debemos ser realistas: ¡pidamos lo imposible! Pidamos una escuela donde quepan todos, pidamos un sistema que responda a las necesidades de todos y construyamos una sociedad del tamaño de nuestros sueños.
Sí, es cierto, puede ser que yo sea un ingenuo y persiga las utopías y no ponga tanta atención a los problemas del mercado, ni a la crisis financiera, ni a la bundesliga. Pero es que en realidad mi idealismo es tan fuerte que ha llegado a convertirse en realismo y por eso creo firmemente que si no proclamamos nuestros sueños, estaremos condenados a vivir en las pesadillas.
Problemas educativos de la población migrante en Alemania
Existen caminos para avanzar hacia sistemas democráticos en la educación. La visión de derechos humanos es una gran opción, porque los instrumentos del derecho internacional de los derechos humanos, han establecido objetivos y precisos para los sistemas educativos.
Siendo relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación, tuve la oportunidad de realizar una visita oficial a Alemania en el año 2006 y con motivo de esa visita preparé un informe que incluyó comentarios sobre la situación de la población de origen migrante en este país.
Durante mi visita, pude comprobar la falta de consideración de la diversidad como un tema sustantivo del currículum vigente en la mayoría de los Länder.
Estos vacíos se tornan más evidentes debido, en general, a la ausencia de una educación basada en derechos humanos, que podría ser de gran utilidad en la construcción de modelos inclusivos.
Debo insistir que los sistemas educativos tradicionales deben cambiar para incluir a los estudiantes. No son los estudiantes quienes deben cambiar o amoldarse a sistemas que ignoran sus características socio culturales.
La lucha contra la discriminación y la exclusión convoca, por lo tanto, a la construcción de este ambiente protector e inclusivo, en la que ciertamente se requiere la participación de estudiantes y de sus familias.
La inclusión no puede estar reservada para una cierta modalidad, ni para ciertos niveles de la educación, ni para ciertos estudiantes, porque la inclusión educativa no es una moda ni es, una fase escolar. La inclusión educativa es la única manera de desarrollar una educación basada en el respeto y en el desarrollo de los derechos humanos de todos los estudiantes, porque los estudiantes tienen el derecho de aprender juntos.
Las políticas estatales que favorecen la educación inclusiva, deben ser alimentadas por una firme convicción a favor de la igualdad de género, porque la necesidad de superar el marco patriarcal de las relaciones humanas es lo único que podrá garantizar la construcción de una cultura de derechos humanos en la escuela y en la sociedad.
No se justifica, entonces, que construyamos un kindergarden o una Haputshule inclusiva, mientras negamos la inclusión en el Gymnasium.
Mi visita oficial a Alemania me permitió formular al gobierno algunas conclusiones de importancia relacionadas con las oportunidades educativas de la población de origen migrante y relacionadas también con la realización del derecho a la educación en general:
En primer lugar, pude constatar que el proceso de clasificación a que se someten los estudiantes en el nivel secundario bajo y que se realiza a los 10 años de edad, comprende un diagnóstico personal del estudiante, por parte de profesores que no siempre están bien entrenados para este tipo de diagnósticos.
Es evidente que la clasificación temprana afecta a los niños, niñas y adolescentes menos beneficiados, tales como las personas que viven en condición de pobreza, las personas de origen migrante y las personas con discapacidades.
Existe un hecho irrebatible que confirma esta evidencia: en la Hauptschule los niños-as pobres y de origen migrante están sobre representados y en el Gymnasium están infra representados. En consecuencia, el sistema parece tener un efecto negativo, puesto que los desaventajados se convierten en doblemente desaventajados.
Estas situaciones hacen pensar que quizás exista una relación entre la estructura del sistema educativo, el desempeño de los maestros (quienes son los que clasifican) y los estudiantes, visto además que la clasificación a los 10 años de edad puede ser considerada “atípica” en el contexto internacional.
Durante mi visita también recibí información que indica que cerca de un 20% de los estudiantes de sexo masculino de origen migrante que asisten a la Hauptschule no se gradúa y tampoco obtienen puestos de trabajo una vez que obtienen el título. Estas personas deben competir con quienes como ellos también están desempleados, así como con los mejores calificados por el sistema educativo, motivo por el cual se encuentran en una situación de exclusión reforzada.
Ciertamente, las pruebas de evaluación estandarizadas, como PISA o PIRLS, no establecen una relación directa entre la estructura y el desempeño escolar, porque no tratan directamente esa relación.
No obstante PISA sí establece una correlación entre el contexto social y la adquisición de competencias e indica que los jóvenes provenientes de familias de origen migrante (especialmente las personas que hablan en sus casas idiomas distintos del alemán) mantienen un prometido claramente inferior de los niveles de competencia logrados por los estudiantes cuyos padres nacieron en Alemania.
Podemos comprender perfectamente que la estructura tripartita forma parte de una larga y fuerte tradición alemana (y que en algunos casos esa estructura ha ido cambiando), pero igualmente se puede advertir la existencia de múltiples elementos que indican que la estructura educativa sí tiene un efecto decisivo en la permanencia, el aprovechamiento escolar y la calidad del aprendizaje. Se ha alegado la existencia de estructuras alternativas, como la Gesamtschule, que sin embargo también reproduce la clasificación, a pesar de presentarse como un modelo comprensivo.
A partir de esas observaciones, mientras fui relator especial de la ONU consideré que la estructura del sistema educativo debe permitir mayor “permeabilidad” respecto de las necesidades y derechos de los estudiantes, considerando que los niños y niñas se desarrollan de formas diferentes, proceden de contextos culturales diferentes y, muy especialmente, que todo sistema educativo debe partir de la diversidad como premisa fundamental para su funcionamiento.
Los esfuerzos para mejorar la calidad educativa no pueden ser exitosos si no se garantizan, para empezar, condiciones equitativas e igualitarias para el aprendizaje, que tienen que ver con la posibilidad de acceso y permanencia, pero también de apoyo y atención de las necesidades socioeducativas básicas. Sin una perspectiva de la educación como un derecho humano que debe ser garantizado a cada niño, a cada niña, será difícil responder a las necesidades específicas de los estudiantes alemanes cuyos padres o abuelos llegaron de países extranjeros.
Espero que estas reflexiones sean de utilidad para construir mayores y mejores oportunidades para todos.
Muchas gracias.
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